"...el problema conmigo es que cuando me piden explicaciones es a pura perdida porque a mí me cuesta mucho explicar cosas que no me las explico ni yo mismo, lo que te puedo decir es como nacieron los Cronopios…yo estaba en Paris en 1952, creo, y fui a un concierto…”
Interrumpí la lectura repentinamente al notar que alguien se
sentaba en la silla que estaba del otro lado de la mesa del bar en el que yo estaba
tomando un café y releyendo algunos textos que había desgravado para un trabajo
de investigación.
Primero miré de soslayo, mantuve un ojo en la hoja y con el
otro me asomé fuera de mi mundo de famas a ver que estaba pasando. De pronto mi
ojo salió de la línea de lectura y se ocupó, junto con el otro, de ver quien
era esa mujer que se acomodaba sin pedir permiso y casi con cierta desfachatez.
Mis ojos se abrieron muy grandes, y más grandes aún cuanto mayor era mi
confusión y sorpresa.
Pestañeé un par de veces siempre deseando que al
abrirlos nadie estuviera frente a mí. Restregué mis ojos con los puños de mi
camisa pero cada vez que los abría esa mujer estaba allí sentada.
Gire la cabeza echando un vistazo a la gente que estaba en
el local pero todos estaban en sus temas y parecían estar ajenos a lo que
sucedía en mi mesa… es que, no se como decirlo...es que esa mujer era yo misma sentada frente a mí! ¿Podés
creer? y por favor no me pidas que dé explicaciones porque a mí me cuesta mucho
explicar cosas que no me explico ni yo misma. Todo lo que te puedo contar es
que desde ese día no se ha apartado de mi lado y que de a poco he debido de ir
aceptándola, casi como quien debe aceptar que deberá convivir con una esperanza
sin cura.