La persistencia de la memoria - Dalì -
Me
acuerdo de los caramelos de miel que aparecían como por arte de magia de la
mano del doctor Vela García del Canal. Venía cada mañana a visitar a mi abuelo
Amancio quien vivía con nosotros desde que se había enfermado.
Al
llegar a casa el doctor saludaba desde la puerta de entrada y yo corría a
recibirlo.
Siempre
impecable, ni una arruga ni manchas. Usaba zapatos blancos de charol que
compraba en Buenos Aires, en los pueblos no se conseguían ese tipo de
excentricidades que él lucía sin pudor. Si no escuchaba su saludo al llegar,
podía adivinarlo por el aroma de
su perfume almibarado.
Apenas
me veía me regalaba una sonrisa y se agachaba hasta que con mi boca pudiera
darle un beso ruidoso en la mejilla mientras él me daba asquerosas
palmaditas en la cola, con esa mano grande y vigorosa. Antes de que yo pudiera
decir algo, hacía aparecer un caramelo de miel.
Recuerdo
que lo tomaba como si fuera la sortija de la calesita y de inmediato me iba al
patio a esconderme con la golosina apretada en la mano.
Mientras
me alejaba de èl lo escuchaba decirme: “no se lo cuentes a nadie, los caramelos
de miel son solo para vos”. Eso me hacía sentir elegida.
Además
mi mamá me había prohibido comer
caramelos antes de las comidas, decía que después no probaba bocado.
No sé si se ha publicado... supongo que está en fase de moderación.
ResponderEliminarVeo que no se ha publicado.
ResponderEliminarCreo que escribí algo relativo a que esa miel era muy amarga y que el Doctor Vela merecía algo muy malo por ser un delincuente de lo peor.
Miel amarga hubiera sido un buen titulo para este texto!!
EliminarGracias Toro.
Lo de la palmadita era algo usual, verdad? Hoy, sería distinto.
ResponderEliminarLos caramelos de miel me encantan, aun los compro.
La imagen de todo el relato me hizo acordar de las películas en blanco y negro, y esos vestidos con lazos.
Un abrazo Maga.
Era usual, cierto. Probablemente también era usual el sentimiento que provocaban y nadie registraba. Era mas importante no comer caramelos antes de almorzar.
EliminarGracias Cecy linda!
Un recuerdo que no se logra vislumbrar bien si es más dulce que amargo... en fin, los caramelos de miel nunca han sido mis preferidos jeeje. Un abrazo
ResponderEliminarEsa confusión que permanece entre lo dulce y lo amargo.
EliminarGracias Neo !
Caramelos de miel, lindo recuerdo. éste e presume que también pero pareciera tener doble intención el texto. Pero no, es otro lindo recuerdo... saludos!
ResponderEliminarEso es lo bueno, poder elegir con que sensación quedarnos!
EliminarAbrazo!!!
Como vi que Toro tuvo problemas con su comentario, entiendo que no tienes moderación. El mío tampoco apareció, así que lo repito (más o menos).
ResponderEliminarDecía que de niñas nos advertían de que no aceptáramos caramelos de extraños. Lástima que no nos previnieran también de los conocidos, que suelen ser los más peligrosos.
Y que me gusta la inocencia con que está escrito el texto, que no le quita la dureza, necesaria.
Besos
La importancia de los hechos ha cambiado, y eso es bueno.
EliminarGracias por tu mención al tono del texto.
Abrazo!!!
Una dulce golosina de la infancia pero cuya verdadera y última intención desconocemos. Un placer leerte
ResponderEliminarPodemos imaginar...
EliminarAbrazo!
Esa miel era de lo peor, una golosina con malas intenciones.
ResponderEliminarA mí nunca me ha gustado la miel ni los caramelos con miel.
Me ha encantado tu relato aunque sea amargo su significado.
Un placer leerte, Maga.
Un beso enorme.
Gracias María!
EliminarUna miel amarga.
Abrazo
Creo que recuerdo el sabor de los caramelos de bien.
ResponderEliminarNo está mal comerlos a escondidas.
Un abrazo.
Los caramelos de bien es posible que tengan sabor a menta?
EliminarAbrazo y gracias por leer
Será mi mente inocente o el velo nostálgico con que se lee el texto pero no logro encontrar el amargor en la escena. La miel tampoco ayuda, no hay cosa más empalagosa, jajaj!
ResponderEliminarBeso pringoso!
jajaja... en definitiva los textos son como esas imágenes que esconden otras imágenes y donde cada uno ve lo que quiere o puede.
EliminarAbrazo
Un recuerdo nada dulce, desde luego.
ResponderEliminarY esa inocencia de la niña que aparece reflejada.
Gracias, Maga h, por tu comentario en mi blog.
Un beso.
Gracias por leer !!
EliminarAbrazo, Rosa
Los pederastas tienen como “asquerosa” característica, la capacidad de manipular a sus pequeñas víctimas, haciéndoles creer que no hay nada malo en lo que hacen o dicen, incluso puede hacer que sus “agraviados” se sientan bien, porque a su corta edad aún no comprenden que quien las trata con “tanto cariño” las está utilizando para saciar sus bajos instintos.
ResponderEliminarHago un paréntesis al duro mensaje que trae tu texto, para aplaudir la forma como lo has expuesto (no solo es lo que comunicas, también es el cómo lo transmites)
Es impresionante la forma como describes lo que (en la obra) son tus recuerdos infantiles, como vas adentrando al lector en el tiempo y atmósfera de “inocente cordialidad” que aparentemente se vivía, creando una descripción casi fotográfica del “atacante” camuflado de “el amigo del abuelo”.
Un estilo cordial, inocente (como si la propia niña pulsara el teclado), sin hablar de abuso, depravación, degeneración, cuentas una historia desde la óptica de la pureza infantil, donde es la visión del lector, quien se encarga de observar (con la madurez del adulto) lo que en verdad estuvo sucediendo.
Me alegra mucho haber llegado a tu blog y te agradezco este hermoso momento de lectura.
¡Gracias mil!
Hola Juan Carlos!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu atenta lectura y que genial que hayas pasado un lindo momento al leer.
Abrazo
Pasaba a ver que tal... sigamos esperando entonces, besos!
ResponderEliminarDivina visita!!!
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