Sus nalgas se hicieron figura sobre un fondo de agua y cielo azul.
Quedé cautivado por las redondeces de sus caderas que iban ocupando el primer plano mientras ella se arrodillaba frente al rio y miraba su cara que se ondulada al reflejarse en el agua.
De pronto dejé de escuchar la tímida declaración de amor que estaba haciéndome y sentí que el tiempo se detuvo por el lapso suficiente como para agitar sobre sus nalgas la rama con la que dibujaba arabescos sobre la tierra. Al escuchar el latigazo que cortaba el aire en dirección a su trasero, recobré la lucidez y tome registro de mi acto cuando ya la rama impactaba filosa sobre la tela liviana del vestido que cubría su cuerpo.
Se me heló la sangre y mi cara aterrada quedó a la espera de su mirada enfurecida. Sin embargo la vi levantar la vista y girar la cabeza hacia mí con una mirada confundida.
Ambos quedamos paralizados sin entender que era lo que estaba sucediendo. Me arrodillé cerca de ella convencido de haberla dañado y poniéndome al alcance de los insultos que esperaba, pero que nunca recibí. Seguí sin hallar más que una expresión asustada y mansa en aquella mirada suya tan parecida a la que solía atravesarme cuando se desmoronaba en un orgasmo debajo de mí.
Se había excitado.
Intuí que su inmovilidad no tenía que ver con una ofensa sino con el pedido inconfesable de que volviera a hacerlo.
Me pudo su ternura y ese olor tibio de su cuello sudoroso por la excitación, que siempre era infalible en su cortejo. El tiempo volvió a detenerse y allí mismo le enredé las manos con la tela de su pollera y como si fuera un cuatrero desaforado le tapé la boca para que no grite los gritos que no daría, le arranqué a girones la ropa interior y embestí entre sus piernas sin humanidad.
Mientras sentía que la hería, mientras sentía el poder que ejercía sobre ella, mas allá de la fuerza con que continuaba invadiendo su cuerpo, mientras mojaba su cara con el sudor de la mía, no aparté mis sentidos de sus gestos y su pulso, y solo advertí en ella un placer extraño pero tan profundo como nunca había percibido.
Y la cuidé como nunca y la gocé como por primera vez en mi vida.