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“Le quita la ropa, suave, lento. Luego se sienta sobre el piso, retirado unos pasos de ella para verla, sentirla entera, dibujando con su mirada sus movimientos.
Y le da aire a sus alas, y ella, húmeda, rosal descalzo, tembloroso, se quita las espinas, cierra los ojos y se echa a volar.
Se mece con la música, se va convirtiendo en savia, siendo "ella", cada vez mas.
Esa “ella”, que lleva adentro cada mujer.
Respira viento, tormenta, lluvia.
El la disfruta pleno, atrapándola con la mirada, atando distancias.
La ve moverse, sentirse libre, disfrutando con él, de él, de su mirada que la acaricia.
El sabe que puede con "ella", que siempre la puede y luego se entrega, se deja poder. Y “Ella” lo puede, lo toma, lo hace humo entre sus manos lisas.
“Ella” se vende y él compra. El se vende también.
La música fuerte marea, arde el aire enviciado de sexo y entre acordes diferentes tejen telas claras para vestir el espacio de lunas.
Cuando el juego acaba, bajo las sabanas, los cuerpos se entibian juntos, para salir al día y dejar de ser.
El volverá a su noche de putas cuando el deseo lo impregne del perfume de su piel.
Volverá “ella” cuando se sienta deseada, cuando vuelva a sentir la mirada del hombre que la invita a volar”