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Después de la cena de Navidad, que transcurrió afinada y decorosa, pasadas las 12 de la noche, Ciro, gastó sus manos encendiendo el cielo con luces de pólvora.
LOLA:
Las gotas sedantes de Ulises te harían bien primo. Estas insoportable con esa porquería.
CIRO:
Es posible, pero al resto de la flia también les caería bien, yo tiro y ellos miran embelesados. No hay diferencia.
La estampa de la sagrada familia, en cualquiera de los rincones hacia donde Lola viera… su madre y su padre, sus primos, esposas… hijos…sobrinos…
Ulises, enroscado entre sus cuatro patas, pasó el momento durmiendo con placidez, sobre la falda de Lola, quien miró con cariño el frasco con las gotas. Dudó si tomarlas ella o dárselas al mismo Ciro para que deje de encender fuegos artificiales.
Lola abrió su celular y leyó un mensaje: “Feliz Navidad mamá”. Se le anudó la garganta, mas no los dedos, y contestó: “Feliz Navidad hija”.
Luego volvió a mirar el frasco de gotas, cada vez con más ganas.
CIRO:
Tengo algo mejor para nosotros prima, no me gusta verte triste pasada las 12 de la noche. Dejá las gotas para Ulises.
LOLA:
Ok. Te tomo la palabra, esta noche se remonta a como sea.
“Pensar que traje las gotas para ofrecérselas a los demás y termino tentada en tomarlas yo misma. ¿Por qué suele ser mas fácil mirar para afuera que para adentro?”
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