30/11/09

-
-


Evitando encuentros
para no ahogarse en despedidas.
Querer menos,
sentir poco,
evitar que la sal de las lágrimas
le raspen la garganta.
Caer en la cuenta de ello
y querer salir corriendo de si misma.
Pero ahora sabe que mañana será otro día.

14/11/09

HORMIGAS

-
Absorta en la página en blanco, algo tomó mi atención y me quitó distraída del mundo en el que vivo. Una hormiga se traslada rápida por sobre el filo de la pantalla de mi notebook, sin quitar las manos del teclado la observo y su marcha rápida me atrapa y la veo irse, y no quiero perderla de vista, baja por un lateral y sigue por la madera clara de mi pequeño escritorio, sigue bajando aproximándose al piso y yo con ella, me arrodillo a verla mas de cerca, no se detiene, sigue y sigue y yo tras ella, camino en cuatro patas por el piso de madera del cuarto sin perderla, acompañándola, no puedo detener su marcha, es una marcha firme y determinada, parece que sabe hacia donde va y como debe ir. No zigzaguea, no duda, solo avanza. Cabe en los espacios mas mínimos de las vetas de la madera, desaparece y vuelve a reaparecer, y allí la espero, la sigo con la vista y sigue y sigue, por detrás le siguen otras, pero estas tienen otras formas y se van apareciendo como una cadena entrelazada que va cobrando sentido, y hasta alguna profunda coherencia, si me lo permiten. Se agiganta y nada la detiene, siento hasta el ruido de una respiración colectiva, y no hay nadie mas conmigo en la casa y sin embargo me siento acompañada. La columna va creciendo a partir de la “A” y se hace larga, tanto que la mirada no me alcanza para abarcarla y de a poco un cosquilleo en mi pierna asciende sin detenerse hasta meterse en mí, Alba, o yo en ella.

7/11/09

EL OLOR

-
Hoy algo se siente distinto, si bien el olor es más espeso, yo me siento menos cansada, más liviana. Acabo de abrir los ojos a la mañana que se mete en el cuarto por las hendijas de la ventana, y al girar la mirada hacia tu lado de la cama, llamativamente te encuentro atento, sereno, parece que hoy me escuchás.
Supongo que te habrás dado cuenta que desde hace ya unos días un olor nauseabundo inunda nuestra casa, y que he andado empecinada en encontrar la razón.
He comenzado cada martes con desesperación, abriendo todos los ventanales de los cuartos, buscando minuciosamente en cada rincón, detrás y por dentro de cada mueble, por entre los libros de la biblioteca, algún vestigio que me indique que me aproximo a la fuente de ese olor viciado.
Te confieso que por momentos me sentía molesta de ver como te quedabas mirándome sin hacer nada. Otras veces me hacías reír con alguna ocurrencia y otras tantas me daba miedo tu mirada áspera, pero inevitablemente siempre, y aun en este momento, me resultas un ser impredecible, misterioso, duro y con una expresividad escueta, casi huidiza, que solo puedo captar estando atenta a la yema de tus dedos.
Aun me seduce ese estar tuyo, alejado, que hace que deba parecerte débil para mantener tu atención en mí, y como, en ese juego de poder, nuestros cuerpos se encuentran, se juntan, se pegan y golpean, en una lucha dulce que termina cuando la calma se suspende en el espacio, tras nuestra propia tormenta. A veces creo que ya no hay formulas ni remedios para nuestra enfermedad, siempre hemos terminados brotados, contagiados, desmayados de placer y luego de tanta soledad.

Pero sabés amor, ese olor me hacía sentir incomoda, disgustada, por eso insistí en la búsqueda, tantas veces distraída por nuestra enferma manera de amarnos, pero necesitaba seguir haciéndolo.
Dí vuelta los sillones, desarmé sus cobertores y hasta he hurgado entre el relleno de los almohadones. Bajé los cortinados, retiré los cuadros, las fotos y las laminas que adornaban las paredes. Despedacé el papel que las cubría y me metí delgada entre los postigos de las ventanas, he levantado los listones de madera que formaban el piso de este cuarto y del contiguo, hallando solo un profundo espacio más aireado que el que nos circunda a nosotros…
ahora te veo plácido, acariciado por la luz de la mañana… y quiero tocar tu cara, acariciarte con la misma desesperación de siempre y no puedo, solo mis ojos parecen poder moverse, una rigidez en mi brazo me impide tocarte.
Mis pupilas están inquietas, sobresaltadas, buscan el espejo en la pared, a los pies de nuestra cama, y sabés que?, acabo de descubrir por fin de donde proviene ese terrible olor que nos fue envenenando poco a poco… vos y yo, estamos sencillamente muertos.



1/11/09

DE COMO AYUDAR AL VACILANTE.

/
,
-“Que me voy, que me quedo”. Te quedás o te vas?- le preguntó Lola con los brazos en jarra y los ojos bien abiertos para escuchar mejor.
- …
-Que te vas entonces?- repreguntó sin dejar de mirarlo.
- …
- Ok, te fuiste, saliste, no estas más.- decidió ella.
- Pero…
Lola pareció ver una esperanza allí, en ese “pero” insípido, y aguardó callada que decidiera quedarse con ella.
- …Nada, me voy.- se decidió él.
- Ok. – Aceptó Lola.
- Pero…
No se decidió nada, sigue igual, pensó ella y le gritó:
- Uf!! … FUISTEEEEEEE!

Tras lo cual abrió el ventanal del septimo y se largo al vacío. Su cuerpo impactó de lleno con el duro cemento de la vereda, se puso de pie con esfuerzo pero con valentía, sacudió su vestido estampado de mariposas y ante la mirada estupefacta de él, acalorado y desesperado de miedo gritando desde el balcón, lo miró, le hizo un guiño, levantó la mano con el dedo mayor apuntando al cielo y se marchó.

La foto es de Google